jueves, 10 de diciembre de 2020

MIS RECUERDOS DE PAOLO ROSSI

Leo en la prensa que ha muerto Paolo Rossi, exjugador italiano de los años ochenta. La noticia me embarga pues trae a colación mis recuerdos de infancia futbolera, especialmente de 1982 cuando se celebró el mundial de fútbol en nuestro país. Era la España de naranjito.

 

Paolo Rossi se convirtió en la estrella de aquel campeonato que ganó la selección “azurri” dirigida por Enzo Bearzot. Era muy niño cuando se celebró tal evento, pero recuerdo las noticias y partidos de televisión hablando del pichichi del Mundial´82. Si por entonces alguien marcaba un gol en los partidillos que jugábamos en la calle, decía ser Paolo Rossi. Efectivamente, Rossi era gol y el gol era Rossi. Sus seis dianas en la Copa del mundo de naciones le encumbraron hasta el cénit de su carrera profesional ganando el balón de oro merecidamente. Se hizo referente de buen goleador.

Años más tarde, repasando lo que fue aquel torneo, Paolo Rossi pudo haber pasado desapercibido, ninguneado, eclipsado y muy cuestionado. Italia arrancó mal la primera ronda con tres empates que le sirvieron para pasar milagrosamente a la segunda fase de las eliminatorias. Se podría decir que nadie daría un duro ante una escuadra endeble que estaba azotada diariamente por la prensa de su propio país ante tan parcos resultados. Es más, los emparejamientos de segunda ronda hicieron que se cruzara con dos grandes equipos: Argentina (con Maradona al frente) y Brasil (el de Zico, Sócrates y compañía).

Sin embargo, los italianos supieron dar un giro de ciento ochenta grados y para asombro de propios y extraños se impusieron claramente a Argentina (2-1). Ahora bien, Rossi no marcó y no pocos se preguntaban dónde estaban los goles del que los italianos decían era su goleador.

Rehuyendo las críticas, Rossi contaba con la plena confianza de su seleccionador Bearzot que, lejos de plegarse ante los comentarios en su contra, siguió apostando por su pupilo. Y, hete aquí, que ante el mejor equipo de todo el Mundial –el maravilloso y célebre Brasil dirigido por Telé Santana- el joven Paolo ascendió al olimpo del fútbol. Sus tres goles, en un alarde de oportunismo y picardía, fueron más que suficientes para apear a un rival que muchos –y no sin razón- daban como favorito al título. El fútbol brillante, creativo y goleador de los brasileños se topó con la rapidez, la técnica y oportunismo de un Rossi que cuajó el mejor partido de su vida. No podía ser de otra manera.

De no ser nada, el bravo de Paolo pasó a todo. Portadas, comentarios, ovaciones fueron para el hasta entonces oculto delantero. Pero no quedó ahí la cosa. Ya en las semifinales propinó dos goles a Polonia permitiendo a su equipo llegar a la final, donde fue él mismo quien inició la senda del triunfo apoteósico con el primer tanto de los tres de Italia frente a la siempre poderosa República Federal de Alemania. El delantero italiano se convirtió así en el artífice de la alegría para toda una nación que no ganaba un Mundial desde 1938.

Rossi se convirtió en rey de Italia y su olfato goleador sería recordado como un necesario ingrediente para ser campeón de campeones. Sin él, Italia no hubiese obtenido la corona que Paolo se ciñó. D. E. P.


 

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